Mañana, poco después del atardecer, zarparé siguiendo un rumbo que ya seguí una vez, hace tiempo. Dentro de unos días, poco después del amanecer, llegaré al puerto de un lugar en el que una vez, hace mucho tiempo, fui feliz.
Todos saben que no es aconsejable regresar al lugar en el que se fue feliz; lo importante es comprender que en ese lugar, por debajo de la felicidad que al final lo cubrió todo como un recuerdo, también sufrimos, anhelamos, reímos y lloramos.
Ese lugar, las coordenadas exactas de aquel regusto a felicidad, están ya fuera de todos los mapas; sólo existen dentro de nosotros.
Mañana, poco después del atardecer, pondré toda mi atención a la hora de zarpar, llenaré mis ojos con el rojo y el oro del horizonte, respiraré toda la sal del mediterráneo y dejaré que las luces lejanas de la costa acaricien y arañen mi piel y mi alma antes de desaparecer bajo el agua negra. Cuando la silueta de la costa se dibuje al amanecer, cuando entre en el puerto, cuando llegue de nuevo a ese lugar, contendré mis latidos, mis ganas y todos mis sentidos para conseguir, por un instante, ver de nuevo aquel otro amanecer, entrar de nuevo en aquel otro puerto, llegar de nuevo por primera vez a aquel lugar en el que fui feliz. Después, no me dejaré engañar por el paisaje. Él no estará, no estarán ellas. De aquel espacio no va a quedar en este tiempo piedra sobre piedra.
Vuelvo a buscar aromas, colores, atisbos, pistas de una felicidad que fue capaz de nacer entre heridas, risas y lágrimas de otros tiempos, en una isla que quizás aún se parezca algo a esa a la que regresaré pronto, un poco después del amanecer.
me gusta este blog porque me gusta el cielo. Me gusta TU CIELO.besos
ResponderEliminarA veces pasa una gaviota, a veces nubes de tormenta... y, a veces, alguien recala a mi costado para mirar el azul y el pasar de las horas. Mejor en compañía, gracias.
ResponderEliminarUn beso, Cecilia.