viernes, 30 de marzo de 2012

Hay caminos que no llevan a ninguna parte, pero que hay que recorrer.
Sin prisas, con sosiego... hasta que el tiempo se sincronice de nuevo con nuestro espacio y cada paso vuelva a tener sentido.
Pero sí, hay caminos que no llevan a ninguna parte; huellas que dibujan círculos en el reloj.

jueves, 15 de marzo de 2012

Nuestra soledad no somos nosotros. Soledad es lo que ha partido de nosotros, lo que se quedó adherido a aquello que siguió su camino.
La soledad no tiene nada que ver con el dolor de quien nunca hizo un sitio en su vida para otro, ese dolor que se extiende como una mancha de aceite, que se queda pegado como una miel amarga, que nos inmoviliza como veneno de serpiente... esa tristeza profunda que nunca deja un hueco para que algo nuevo entre.

viernes, 9 de marzo de 2012

Recuperar la palabra

Saber, aprender de nuevo, que la mano pega una vez, que una bala mata a un hombre, que una bota pisa un cuello... pero que las palabras pueden liberar o esclavizar a todo un pueblo.
Dicen que van en busca de "armas de destrucción masiva" cuando van a por "petróleo gratis" (...ellos, los únicos que tienen esas armas y las han utilizado).
A los inocentes asesinados los llaman "daños colaterales".
Al exterminio por hambre o por sed, a la esclavitud infantil, a la miseria de pueblos enteros lo llaman ahora "economía de mercado".
Llaman "ilegales" a los seres humanos que vienen a buscar aquí el pan que no se dejó crecer allá.
Llaman "radicales" a los que no bailan en su cuerda floja ...siempre tensa y en el cuello de los otros.
Y cuando los que dicen NO salen a la calle (su calle) para decir BASTA, a eso, ellos, los que buscan armas de destrucción masiva, los que hablan de daños colaterales, los que respetan y dirigen (o simplemente acatan) la economía de los mercados, los que levantan muros contra los ilegales, los que dispersan y detienen a los radicales... a eso, ellos, lo llaman "desorden público".
El primer paso tendrá que ser, de nuevo, aprender a mirar para ver, aprender a escuchar para oír, y volver a posicionarse, abiertamente, en cada pequeño acto cotidiano.
Nunca fue tanto el tiempo de hablar como lo es ahora; ahora que ya casi se nos han llevado la palabra.