sábado, 27 de octubre de 2012


En algún rincón de la tristeza más amarga, de la soledad más absoluta, de la angustia más asfixiante hay un punto de luz: diminuto, lejano, casi imperceptible... pero real.

No sé si alguna vez, en la zozobra de esos momentos, he llegado a percatarme de ese punto de luz; quizás toda esa zozobra no sea más que el olvido de ese punto que es parte de nosotros en lo más íntimo. Es en los momentos de felicidad plena, cuando la luz estalla a nuestro alrededor como una belleza total y abrumadora cuando siento que allí, en esa escena maravillosa, ha de haber un punto oscuro de infelicidad, una tristeza diminuta, una soledad inseparable... un polo opuesto para que esa chispa, esa descarga de vida indescriptible pueda suceder.

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