Traes en tu cuerpo la leyenda
de un navegante cansado.
Es tan grato, en silencio,
descalzarte de barcos,
recoger de tus ojos
las sirenas perdidas,
las redes enlamadas,
los sonidos ocultos de las olas.
Te espero cada noche
cuando levantas anclas en mi espacio
y una lluvia de estrellas
te hace perder el rumbo
y un enjambre de peces y caricias
nos recobra el naufragio tan deseado.
Cómo darte las gracias
por la luz palpitante de aquel faro,
por el sonido suave de los remos
en esta noche grande.
Es más amplio mi pecho.
Hoy le caben los puertos,
hoy que encallas
tibiamente
junto a mí.
-Carmen Villoro-
jueves, 26 de noviembre de 2009
Ulises cotidiano
martes, 24 de noviembre de 2009
Memoria
lunes, 16 de noviembre de 2009
Calma chicha
A veces el viento no sopla.
Nada se mueve.
Las velas se esfuerzan inútilmente por hincharse, como una gran oreja intentando recoger algún sonido; pero nada se mueve.
Nada suena.
Algunas veces parece que todo el aire estuviera ya en su sitio, para siempre.
Y nosotros, en medio del océano, perdidos y solos, como si ese fuera nuestro sitio, para siempre.
A veces parece que el tiempo no quiera pasar por donde estamos.
Pero el tiempo no pasa por ninguna parte, ni nosotros pasamos por el tiempo.
Nosotros somos el tiempo.
Algunas veces una quietud interminable nos envuelve y parece que no estamos ya dentro de nosotros.
No es el aire lo que echamos de menos, porque respiramos el silencio.
No es la luz lo que falta, porque vemos la risa de los otros.
No es el tacto lo que perdimos, porque podemos tocar la soledad.
Sólo es un hueco, allí donde antes estaban los deseos.
En el centro insondable de ese hueco, algunas veces, podemos llegar a sentir, por un instante, un punto recóndito y eterno, y sabemos entonces que ese punto de piedra diminuta es el centro de todo el universo.
Algunas veces el viento no sopla y el tiempo parece que no quiera pasar por donde estamos.
Y justo un momento después, las velas empiezan a moverse y aparecen deseos nuevos como nubes.
Volveremos a ser tiempo.
Volverá nuestra estela a partir en dos las aguas del recuerdo.
Volveremos a arrumbar allí donde nuestros deseos viejos se nos habían quedado pequeños sin saberlo.
jueves, 12 de noviembre de 2009
soñador de estelas sin regreso
que me lancé a la mar
temiendo no saber llegar a ningún puerto,
volverme sal,
fundirme en una ola,
salirme más allá del horizonte
y caer al otro lado del desierto.
Yo,
que partí dispuesto
a brindar con Ulises mis derrotas
y que fui a recalar junto a tu cuerpo.
Tú,
tejedora de todas las orillas,
tierra anclada al firme de la tierra,
espina de la rosa de los vientos.
Siempre el océano
al otro lado de todos los momentos,
y siempre tu presencia a sotavento.
Tú,
añorando partidas que no fueron.
Yo,
nostálgico de todos los regresos.