Recordar es algo más que un simple ejercicio de la memoria; es un arte filosófico, una ocupación sagrada.
Re-cordar significa volver a pasar por el corazón.
Los dioses perdonan a los hombres el despiste, la mirada fácil, el momento de nuestra vida en el que se nos escapó ese instante sublime donde algo o alguien ardió tembloroso por nosotros; pero el recuerdo es su néctar más preciado y no perdonan jamás que se derrame.
Podemos creer que el hecho que nos acontece no es nuestro, pero el recuerdo no puede escapar a esa mentira.
Podemos decir que "aquello" nos pilló por la espalda, pero el recuerdo sale siempre de nuestras manos.
Cualquier maestro en el arte de la memoria sabe que un recuerdo, bien evocado, es el mejor combustible para poner de nuevo en marcha la vida.
Los recuerdos que no arden, los que no consiguen que miremos adelante, sólo son lastre, carga inútil esperando el tiempo del naufragio.
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