lunes, 10 de octubre de 2011

Sed

De pronto, el mar se ha quedado como un plato. Podría ser de día, un día tan oscuro como el de aquella tormenta en el que el mar comenzó a llover hacia el cielo; pero es de noche y sólo la luna está despierta por encima del agua, la luna y yo.
A lo lejos, muy lejos, una campana toca mis hombros once veces, y un tropel de recuerdos llegan hasta mí: me miran, pero no tienen cara; los miro, pero no son míos: son los recuerdos de todas las campanas que alguna vez tocaron mi espalda desde lejos.
De pronto, el mar se ha quedado como un plato, como un plato vacío. Es de noche y tengo hambre: un hambre atroz de recuerdos calientes, y sed. Entre tanta agua, hoy tengo sed de mí.

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