lunes, 12 de diciembre de 2011

Jugábamos en la playa.
La arena larga
y un tiempo que nunca se acababa.
Jugábamos ajenos
solos
creíamos que nadie nos miraba.
Jugábamos muy serios
hasta que la noche nos tragaba
hasta que madre gritaba en la ventana.
Siempre había otro día
detrás de la ensenada.
Sin decirnos adiós
sin saber que se iban
la niñez
los amigos
y la playa
dejamos de jugar una mañana
nos separamos
y huimos tierra adentro
hasta que ya no hubo más
arena en los bolsillos
ni sal en la palabra.
Cada uno por su lado
volvimos a la orilla
separados
con los bolsillos limpios
sin juegos en las manos.
Y entonces sí
lo descubrimos
que siempre había estado allí
callado a nuestro lado
prestándonos su ruido y su descuido
el mar
mirándonos.

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