-No -se decía de regreso a casa-. No soy yo el verdadero objeto de su amor.
-No -se repetía ella insomne entre el resplandor de sus sábanas de seda-. No es tálamo para mi flor.
Es tan larga la noche en soledad como el camino del miedo o la miseria.
Abarloémonos, amor,
bajo los últimos rayos de poniente
que mezan a tu alma mis silencios
que tus palabras
se amarren a mi puente.
Andreas Selvi
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